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Pablo Mignone
CONICET, Universidad Nacional de Salta, Argentina
Resumen
Para la difícil reconstrucción del camino atravesado por el actual Noroeste argentino tanto por Diego de Almagro (1536) como por Diego de Rojas (1544) y sus respectivas huestes conquistadoras, se cuenta principalmente con el llamado «Itinerario» del Oidor Juan de Matienzo (1566); donde propone un plan de fundaciones continentales para asegurar el tránsito desde el Alto Perú (actual Bolivia) hacia un puerto en la desembocadura del Río de la Plata, actual puerto de Buenos Aires.
Los antecedentes en el tema buscaron ubicar legua a legua los jalones de este camino, definiendo dos hipótesis antitéticas: el «Camino de los Valles» y el «Camino de la Puna».
El primero, tenido por más corto y benévolo en sus condicionamientos ambientales que el segundo.
En base a mis propias investigaciones de campo y relecturas de este documento, propongo la viabilidad del Camino de la Puna, modelando para ello las superficies de fricción y el cálculo del camino óptimo mediante un SIG.
Palabras clave
SIG histórico, conquista de América.
Fechas
Recibido: 13-2-2013. Modificado: 25-2-2013. Aceptado: 26-2-2013. Publicado: 25-3-2013.
Cómo citar
Mignone, P. 2013. Arqueología y SIG histórico: desafíos interpretativos del «Itinerario» del Oidor de la Real Audiencia de Charcas Juan de Matienzo (1566) a la luz de la arqueología espacial. Arqueología Iberoamericana 17: 23-32. URL: http://www.laiesken.net/arqueologia/archivo/2013/17/2.
Conclusión
Con este trabajo se ha sentado una vía alternativa a la interpretación corriente sobre el asiento del Itinerario de Matienzo en el tramo de más difícil interpretación: El Moreno-Valles Calchaquíes. Los antecedentes construyeron la hipótesis de los Valles sin tener en cuenta el contenido de la carta del Oidor, donde reconoce haber alterado en 10 leguas (al menos 55 km aproximadamente) el camino para granjearse, al parecer, el favor o el beneplácito de su lector, el rey Felipe II de España. Además, aclara Matienzo que deja sin mencionar poblados y tambos cercanos a los caminos que trata, por lo que la identificación actual de pueblos históricos y su asiento arqueológico es riesgosa. En consecuencia, no sabemos la cantidad de tambos o pueblos que dejó fuera de su relato y la ubicación del tramo del cual quitó las 10 leguas, por lo que el margen de error al que nos vemos expuestos en la interpretación literal del documento es muy grande y yo, en particular, no quise exponerme a un error de ubicación geográfica que es, cuando menos, grosero. Máxime si los antecedentes han fundado sus hipótesis de la ubicación del camino en la presencia o ausencia de sitios en los extremos meridionales y septentrionales de la Puna de Salta y Jujuy, respectivamente; fundamento accidental de potencial refutación a medida que se sucedan los hallazgos de sitios arqueológicos en este sector tan poco explorado del Noroeste argentino. Queda aún una objeción más por responder: la escasez de recursos para el sostenimiento de las huestes españolas. Para responderla, debemos recordar que el regreso del mismo Diego de Almagro a Perú, una vez que llegó al actual Chile, se realizó por el extenso y árido despoblado de Atacama que, según las fuentes, obligaba a un recorrido de 150 leguas por interminables territorios con gran escasez de agua. El retorno de Almagro por el despoblado presentó serias dificultades, relatadas por Mariño de Lobera (1865 [1593]) de la siguiente forma: «Pudo tanto con los soldados la eficacia de razones, ruegos y mando de don Diego de Almagro que hubieron de ponerse en camino para el Perú como lo [ilegible] da por diversos rumbos, aunque [ilegible] a causa del grande despoblado de Atacama donde perecieron, gran parte de los caballos Y gente de servicio que […] en la pasada […] finalmente habiendo pasado muchas y lastimosas calamidades llegaron al Perú harto destruidos» (Mariño de Lobera 1865: 36). Luego de la muerte de Almagro, Valdivia recorrería en 1540 este camino en sentido inverso, adentrándose en el actual territorio chileno desde Tacna, luego Tarapacá para llegar al actual San Pedro de Atacama y recorrer las 150 leguas que separan esta localidad de los fértiles valles de Copiapó. «Y aunque por ser la jente de tan poca para meterse entre tanta inmensidad de bárbaros tan fuertes y belicosos, parecia temeridad acometer este asunto; con todo eso era el capitan tan animoso, que atropellando dificultades fué en prosecucion de su camino animando a los suyos, y allanándoles el paso como si fueran por tierras propias suyas, y llegado al valle de Atacama tomaron bastimentos en abundancia para sustentarse en el largo despoblado de que hemos hecho mencion arriba, cuya travesía es de ciento y veinte leguas, donde pasaron trabajos excesivos, por ser mui estéril y sin jénero de yerba ni agua, ni otro pasto para los caballos: y así perecieron en él algunos y muchas mas personas de servicio así indios como negros» (Mariño de Lobera 1865: 38). La falta de recursos no amedrentó la empresa conquistadora española, sobre todo por contar con el conocimiento del territorio de sus guías indígenas, tanto para poder dar con los escuetos cursos de agua como para la planificación del número de personas que estos recursos podían soportar. Esto significa, en el caso del tránsito de Valdivia por el desierto más árido del planeta, además del conocimiento puntual de las vegas y jagüeyes por parte de los informantes, la estrategia de dividir los contingentes enviando avanzadas y dejando retaguardias, tanto con fines de exploración y defensa, respectivamente, como con objetivos de sostenibilidad del número de personas y animales en relación a los recursos, tal como relata Jerónimo de Vivar (1558): «Apercibió el maestre de campo Pedro Gómez de Don Benito la gente por mandado del general Pedro de Valdivia, la cual salió de Atacama en la orden que se sigue: en una cuadrilla con su caudillo veinte y cinco de a caballo y doce de a pie, a quince del mes de septiembre, principio de la primera vera que acá es en tiempo que se han cogido las cosechas y bastimentos y frutos de la tierra. No hay frío ni calor, ni nieve, y es el mejor tiempo de todo el año para pasar este despoblado. Y porque entonces no hay demasiada agua por ser la tierra estéril, conviene pasar el despoblado en cuadrillas, porque pasando toda la gente de golpe, padecerían gran detrimento las piezas de servicio y las cabalgaduras y ganados. Tiénese orden. Pasando un día y una noche salió la segunda cuadrilla con otro caudillo. Y ansí de grado en grado todas las cuadrillas. Y en la rezaga salió el general Pedro de Valdivia con la cuarta parte de la gente. Fueron por todos ciento cincuenta y tres hombres y dos clérigos, los ciento y cinco de a caballo y cuarenta y ocho de pie» (Vivar 1962: 17). Relata Vivar que la falta de agua sufrida durante el trayecto era subsanada con largos descansos en aquellos lugares de donde manaba escuetamente y almacenando la poca que encontraban en el camino: «De este valle que dicen “el Chañar” hasta el valle de Copiapó hay dieciocho leguas, buen camino, llano y sin ciénaga, ni agua, por donde conviene que él que pasare que la lleve de aquí para que beba so pena que no la beberá porque calienta mucho el sol. A esta causa el general Pedro de Valdivia con sus cuadrillas y gente lo caminaron con la brevedad que pudieron» (Vivar 1966: 20). Esto significa que peores condiciones enfrentaron en otras circunstancias los mismos exploradores, por lo que el rechazo del camino de la Puna no tiene asidero histórico. Desde el punto de vista ambiental, la vía del altiplano cuenta como ventaja para la reconstrucción histórica, en comparación con los Valles, la baja alteración antrópica de los recursos y la milenaria ocupación de quebradas fluviales y vegas; que indican un mantenimiento de patrones de distribución y asentamiento humano y de ubicación de recursos a lo largo de varios milenios (Mignone 2012). Para concluir, quiero recalcar que me he apoyado en bases más sólidas al estudiar la pendiente y los ríos de la zona para evaluar la potencialidad arqueológica de la misma. Sin embargo, hacen falta aún estudios paleoclimáticos para conocer las variaciones sufridas en 500 años en el cauce o régimen de estas fuentes de recursos, además de las condiciones climáticas generales que las generaron o influyeron. Sobre el autor
Pablo Mignone (pmignone@hotmail.com) es doctorando y becario del CONICET (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas) en la Universidad Nacional de Salta, Argentina.
CITADO POR
Bibliografía
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