ARQUEOLOGIA IBEROAMERICANA - ISSN 1989-4104
Artículo de investigación • PDF 2.93 MBenglish


Lidio M. Valdez
MacEwan University, Canadá

Resumen
La aparición de los asentamientos fortificados y el origen del conflicto violento son temas poco discutidos en el contexto de la arqueología peruana. Considero que es oportuno investigar y determinar cuándo y por qué surgieron los primeros asentamientos fortificados. El propósito central de este artículo está precisamente orientado a responder tales interrogantes y discutir el tema del conflicto violento en el valle de Acarí y, por extensión, en la costa sur del Perú. Las evidencias arqueológicas disponibles señalan que, durante el periodo Intermedio Temprano, Tambo Viejo fue un asentamiento defendido por varias estructuras perimétricas. Otros sitios contemporáneos de Tambo Viejo en Acarí también fueron fortificados. Además, existe en el mismo valle evidencia tangible de violencia en la forma de prisioneros que posteriormente fueron decapitados. En contraste a la evidencia proveniente de Acarí, no existen asentamientos del periodo Intermedio Temprano identificables como fortificaciones, lo que hace de los sitios de Acarí los primeros asentamientos fortificados de toda la costa sur.

Palabras clave
Fortificación, conflicto violento, costa sur del Perú, Acarí, periodo Intermedio Temprano.

Fechas
Recibido: 25-5-2013. Aceptado: 28-5-2013. Publicado: 31-10-2013.

Cómo citar
Valdez, L. M. 2013. Tambo Viejo: un asentamiento fortificado en el valle de Acarí, Perú. Arqueología Iberoamericana 19: 3-23. URL: http://www.laiesken.net/arqueologia/archivo/2013/19/1.

Discusión y conclusiones
Entre los especialistas existe el consenso de que el conflicto violento tiene una historia muy antigua y que, no obstante su variabilidad, sus manifestaciones son arqueológicamente visibles (Allen y Arkush 2006: 1; Flannery y Marcus 2003: 11801; LeBlanc 2006: 437). Entre estas, se anota que la presencia de áreas vacantes (DeBoer 1981) y fortificaciones, además de evidencia de trauma e instrumentos asociados con la guerra (Keeley 1996: 36, 55-56; Elliott 2005: 299; Arkush y Stanish 2005: 15; Trigger 1990: 121-122; Vencl 1999: 67-70; Roscoe 2008: 513; Field y Lape 2010: 114) son las mejores manifestaciones de la existencia de conflictos violentos en el pasado. De todos, sin embargo, se sostiene que las fortificaciones son las más obvias (Allen y Arkush 2006: 7).
Tal como se ha señalado a lo largo de este trabajo, la inicial identificación de los asentamientos de Acarí como fortificaciones fue hecha por Rowe (1963). Sin embargo, hasta antes de las excavaciones arqueológicas efectuadas en Amato, un asentamiento fortificado en el valle de Acarí (Valdez 2006), la posible función defensiva de los muros perimétricos no fue del todo aparente. Esta percepción cambió considerablemente con las excavaciones en Amato, que resultaron en el hallazgo de decenas de cuerpos humanos con indiscutibles signos de muerte violenta (Valdez 2008, 2009b, 2009c). Por ejemplo, huesos fragmentados que nunca llegaron a fusionarse, además de pies y manos atadas, y el hecho de que las víctimas habían sido decapitadas, dejaron en evidencia que los residentes de los asentamientos fortificados de Acarí vivieron tiempos difíciles. Del mismo modo, fracturas en los huesos de los brazos dejan abierta la posibilidad de que hubiese un enfrentamiento frente a frente (Tung 2007: 952), mientras que las huellas de cortes presentes en los huesos cervicales denotan decapitación (Milner 1995: 230; Verano 2001: 168; Stodder 2005).
Las evidencias aquí brevemente referidas sugieren que los muros perimétricos presentes en todos los sitios del periodo Intermedio Temprano de Acarí fueron establecidos para los propósitos de protección. La violencia, sobre todo el miedo a ser víctimas de cualquier ofensiva enemiga, hizo que los residentes de cada uno de los asentamientos invirtiese un enorme esfuerzo en crear los muros. Dichas construcciones, como las de Tambo Viejo, son enormes y definitivamente debieron de ser muy costosas (Valdez 2012c, 2012d). Además de los muros perimétricos, la configuración de los asentamientos parece haber sido diseñada para minimizar cualquier ataque militar y, en su efecto, para capturar posibles atacantes.
Como se anotó líneas arriba, el sector oeste de Tambo Viejo estaba protegido por dos largos muros. El segundo muro fue más pequeño que aquel del extremo oeste y había sido cubierto con cascajo. Dicho muro, por su tamaño pequeño, posiblemente fue poco visible en la distancia; y el hecho de que fuese cubierto con cascajo posiblemente hizo efectivo su establecimiento. De este modo, quienes buscaron atacar Tambo Viejo desde el lado oeste, posiblemente recién llegaron a percatarse de la presencia del segundo muro después de haber superado el primer obstáculo. De este modo, los intrusos se habrían encontrado entre dos muros, atrapados, y fáciles de ser capturados por quienes estaban encargados de la protección del lado oeste de Tambo Viejo. Además, en Tambo Viejo existen otros accesos forzados que son generalmente angostos y, sobre todo, obligan a voltear en un ángulo de 45 o 90 grados. En tal situación, un grupo de intrusos no solo se ve en la obligación de ingresar en fila, sino también a voltear, quedando, por lo tanto, expuestos a cualquier ataque (Keeley, Fontana y Quick 2007: 64; Vencl 1999: 67; Roscoe 2008: 514-515).
De lo discutido, surge la interrogante de por qué surgió la violencia en Acarí antes que en cualquier otro valle de la costa sur del Perú. Esta no es una pregunta fácil de responder (Valdez 2012d); sin embargo, y esperando que futuras investigaciones den alguna luz al respecto, se pueden adelantar algunas ideas. En primer lugar, es importante considerar que el valle formado por el río Acarí es extremadamente angosto y, como resultado, tiene limitados suelos agrícolamente importantes (Valdez 2009a, 2010c). En otras palabras, Acarí es un típico valle costeño circunscrito por el medio ambiente (Carneiro 1970). Y, en segundo lugar, el río no siempre lleva agua, puesto que depende de las precipitaciones pluviales en la cabecera del río. Tiempos de sequía en la sierra necesariamente implican tiempos sin agua en Acarí, lo cual conlleva tiempos sin cosecha y tiempos sin alimentos (Valdez 2007). En un valle como Acarí, expuesto a periodos de sequía prolongada (Carmichael 1998: 216), el crecimiento de la población posiblemente conllevó una mayor competencia por los escasos recursos del valle (Read y LeBlanc 2003: 74; LeBlanc 2006: 438). Por la extensión de los asentamientos del periodo Intermedio Temprano, que son más grandes que aquellos establecidos con anterioridad, puede haber poca duda de que hubo crecimiento demográfico.
Muchos especialistas sostienen que en efecto la falta de recursos genera la competencia y el subsiguiente conflicto violento (Spielmann 1991: 7; Abbink 2001: 129; Schöder 2001: 147). Por lo tanto, parece probable que los antiguos residentes de Acarí, en su intento de acceder y controlar los pocos recursos entraran en competencia y se vieran envueltos en un conflicto violento, especialmente cuando poblaciones atacadas intentaran resistir los ataques (LeBlanc 2006: 441; Flannery 1994: 104; Earle 1997: 105). En tal situación, tal vez la única forma de resistir cualquier ofensiva enemiga fuese, primero, estableciendo asentamientos extensos para poder ofrecer una resistencia satisfactoria en caso de ataques y, segundo, los asentamientos tenían que estar dotados de sistemas defensivos como son los muros perimétricos de sitios como Tambo Viejo. A la luz de las evidencias disponibles, esta parece ser la explicación más satisfactoria al por qué fue necesario invertir tanto esfuerzo en la construcción de las fortificaciones en Acarí. La ausencia de construcciones similares en los valles vecinos de Acarí, a su vez, parece estar indicando que la situación fue distinta, posiblemente menos conflictiva, tal vez porque los recursos en dichos valles no eran tan escasos como en Acarí. Como resultado, en dichos valles los asentamientos continuaron siendo pequeños, dispersos, y nunca se vieron en la necesidad de construir fortificaciones.
Para resumir, el estudio arqueológico de los muros perimétricos de Tambo Viejo, más la evidencia de muerte violenta proveniente de Amato, hace evidente que las fortificaciones son resultado del conflicto violento que surgió en este valle a inicios del periodo Intermedio Temprano. Aunque es difícil determinar con precisión las causas de la emergencia del conflicto violento, parece probable que este surgiera como resultado de varios factores que incluyen el crecimiento de la población, periodos de sequía prolongada y la escasez de los recursos del valle, especialmente de los suelos agrícolamente útiles. El conflicto violento fue interno al valle y se dio entre los residentes de los diversos asentamientos del valle. Además, el conflicto parece que fue severo y que resultó, finalmente, en el abandono de los mismos asentamientos fortificados, excepto Chaviña. Con posterioridad surgieron nuevos asentamientos, pero estos nunca fueron fortificados y tampoco llegaron a ser extensos. Las estructuras de los nuevos asentamientos, como Gentilar (Valdez 1994), fueron construidas con quincha. Y, sugiriendo que los residentes de Chaviña tal vez participaron activamente en estos eventos y que tuvieron rol importante en el posterior abandono de sitios como Tambo Viejo, es interesante notar que la mayor cantidad de cabezas trofeo —posiblemente resultado de los actos de decapitación— provienen precisamente de Chaviña, sitio ubicado en la desembocadura del río Acarí y con acceso directo sobre el delta. Nuevamente, el hecho de que Chaviña continuase siendo ocupado hasta inicios del Horizonte Medio indica que este sitio jugó papel importante en la vida sociopolítica del valle.

Agradecimientos
Este estudio fue posible gracias al financiamiento otorgado por la MacEwan University de Canadá. Durante el trabajo de campo se contó con la eficiente participación de Martín Roque, Éber Meléndez, Juan Bolívar y Alexander Gutiérrez, a quienes extiendo mi más sincero reconocimiento. Mientras, en Acarí también recibí el apoyo y colaboración de Ángel Iglesias, Juan de la Torre y Fermín Valencia. A todos ellos también extiendo mi agradecimiento. Un avance de lo discutido en este trabajo fue inicialmente presentado al Simposio Paracas-Nasca: una época transicional efectuado en la ciudad de Ica (Perú) en agosto del 2012, y otro en la conferencia anual Chacmool organizada por la University of Calgary, efectuada en la ciudad de Calgary en noviembre del 2012.

Sobre el autor
Lidio M. Valdez (valdezcardenasl@macewan.ca), es Editor Asociado de la revista Arqueología Iberoamericana desde 2010. Obtuvo el grado de Doctor en 1998 en el Departamento de Arqueología de la Universidad de Calgary. Ha ejercido la docencia en varias universidades canadienses, incluyendo las de Calgary, Alberta, Victoria y Trent. Actualmente, es profesor en la Universidad MacEwan, la de Lethbridge y la de Alberta. Sus investigaciones incluyen el periodo del Horizonte Medio Andino, la cultura Nasca de la costa sur peruana y las ocupaciones pre-incaica e inca en el valle de Ayacucho (Perú).

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